Cierra los ojos. En algunos momentos uno puede vaciar de interferencias los canales de percepción y empezar a advertir las imágenes que uno tiene ante sí con una visión curiosa y reconfortante. Igual que estás leyendo estas palabras o recuerdas algo poderoso que cambia tu estado emocionándote, puedes pararte un segundo y empezar a darte cuenta de cómo algunas obras son percibidas no sólo por los ojos sino que parece que fueran acompañadas por un sonido o como si los colores te entrasen también por debajo de la piel y recorrieran tu cuerpo quizás desde los brazos hasta esos lugares en los que sientes las emociones más adictivas. Y puedes sentirlo en el estómago o quizá en el pecho o donde quieras y, al mismo tiempo que consigues acallar tus voces críticas, todas estas emociones que estás sintiendo ahora —igual que estas palabras quedan atrás según las lees— se hacen más intensas. En este preciso momento puedes, por alguna razón que desconoces, sentirlas, oírlas y verlas del mismo modo en que sientes, oyes y ves cuando estás ante algo emocionante.
La primera vez que entré en el pequeño estudio de Alejandro Carpintero en Londres —luego volvería innumerables veces a ese lugar— él me mostró un retrato de una chica desnuda con la piel azul que acababa de terminar. La pintura aún estaba fresca y recuerdo la fragancia que emanaba del óleo todavía húmedo. Le recomendé que lo presentase a la Desing Competition de Leeds Metropolitan University, como después hizo con éxito. «He estado viviendo casi dos meses con esa chica que aparece en el cuadro», dijo sin responder a mi sugerencia, «y no había conseguido hacerla un retrato hasta ahora. Pretendía representar nuestra relación, el modo en que ella se comunicaba conmigo, pero lo único que en realidad me interesa es el modo en que se comunica consigo misma. Todo lo demás es un reflejo de eso.» Por entonces Alejandro estudiaba con una beca al mismo tiempo que tenía un empleo en el aeropuerto de Stansted, y dedicaba las noches a la pintura. «Me interesa trabajar en un aeropuerto. Cada día veo el mundo entero pasar ante mí, y por las noches lo vomito en forma de pinturas. Es el infierno para un retratista.» Más o menos un año después de mi primera visita Alejandro volvió a Madrid para acabar su licenciatura en Bellas Artes y perdimos el contacto aunque yo intenté con bastante esfuerzo seguirle la pista. (Créanme: se trata de un tipo escurridizo.) Conseguí dar con él a través de un amigo común y retomamos nuestra relación como si el día anterior hubiésemos estado tomando café juntos en un aeropuerto o en un centro comercial o en cualquiera de esas cafeterías populosas y estridentes que tanto le gustan (y que resultan tan impropias del gusto de una persona que se pasa el día entero pensando en asuntos relacionados con la estética). Me dijo: «Estoy metido en algo nuevo. Creo que mi trabajo de ahora te defraudará bastante. Mis pinturas son más feas ahora. Son tan feas que supongo que por fin estoy haciendo verdadero arte. No me gustaría que las vieses». Ese verano mi hermana iba a viajar a España desde París. Decidí acompañarla y aprovechar para echarles un vistazo a esas pinturas tan feas (y a su feísimo autor) y realmente... algo había cambiado. La estética resultaba más pura, más elemental, más desgarradora y, ¿por qué no decirlo?, ¡mucho más hermosa! Le recomendé que las sacase a la luz, y yo misma he construido este blog con ese propósito. Es mi regalo para ti.
Seres caprichosos
Alejandro Carpintero. Artista estrictamente figurativo, investigador meticuloso y bulímico del comportamiento humano, sitúa sus figuras en espacios indefinidos, devoradas por la irradiación y sumidas en el aislamiento. Le interesa representar partes concretas del individuo. Aislar esas partes hasta dotarlas de una identidad propia. «Hoy no es posible hacer el retrato de una persona como se hacía antaño. En la Grecia arcaica las esculturas eran representaciones macizas y plenas. Daban una sensación de congruencia total. Hoy las figuras están llenas de asimetrías. Algo de lo que yo me sirvo para mostrar conflictos en el individuo. El hombre contemporáneo tiene tal cantidad de referencias externas poderosas que es casi incapaz de seguir un camino concreto con cada fibra de su ser. Yo mismo paso la mayor parte del tiempo intentando llegar a un acuerdo entre todas mis realidades a fin de ver una sola nítidamente. En ocasiones nuestras representaciones internas se rebelan y parecen tomar autonomía. Fisiológicamente sucede lo mismo cuando una parte concreta del cuerpo se emancipa del sistema nervioso y parece desear hacerse un cuerpo nuevo por su cuenta.» En Mujer doble I, como en los retratos de mujeres que pintó Picasso, la figura está dividida en dos. «En realidad nunca he pintado a dos personas en el mismo cuadro. Siempre es ella misma y el modo en que se comunica interiormente. Ni siquiera creo que se pueda pintar a una sola persona. Cuando intento visualizar a una persona las imágenes cruzan mi mente siempre en forma de fragmentos. Una sonrisa, un gesto, un color...
Nunca puedo ver a la persona entera.»
El encanto de lo sutilmente extraño
El espacio vacío en el que están suspendidas las figuras influye en el modo como percibimos al sujeto. El formato de los cuadros es casi siempre cuadrado. El más neutral de los formatos, el más carente de contenido. Pero esa intención de resultar neutral —además del carácter seriado de su obra— parece esconder un contenido más profundo. En la otra Autorretrato la joven está salpicada de luces y sombras, como si la luz se filtrase entre las hojas de los árboles de un bosque voluptuoso. Pero el espacio no cuadra con esta luz. Se trata de un espacio «mental», por expresarlo de algún modo. Como si ese espacio «mental» fuese el único en que verdaderamente habitamos los seres humanos. No hay duda de que en la obra de Alejandro se refleja su interés por los avances de la psicología y en particular por la hipnosis ericksoniana. «Las obras son la materialización de imágenes mentales. Estas imágenes, sean reales o construidas dentro de la cabeza, afectan al sistema nervioso dramáticamente. Para mí el proceso de creación de una obra es un proceso de cambio personal. Creo la imagen interna y externamente al mismo tiempo hasta que se confunden entre sí y se contagian. Sólo entonces me bufan los oídos y sé que puedo hacer algo potente.» El sistema neurológico se sirve de la metáfora visual para producir cambios de creencias (o de percepciones del mundo, por decirlo de otro modo) igual que lo hacen los artistas para crear realidades nuevas, que ofrecen al espectador opciones inesperadas a la hora de enfrentarse con su propia realidad. «El artista contemporáneo es el chamán o el mago de la tribu. Crea realidades para conseguir que los miembros de la tribu se jueguen la vida.»
La estructura del deseo
En algunos de los cuadros las figuras parecen haber salido de un sueño. Pintadas como si fuesen animales indefensos en vez de seres humanos. Puedes empezar a seguir con la vista una de sus larguísimas pinceladas, y lentamente, del mismo modo en que tus ojos acarician las líneas de este texto, puedes darte cuenta ahora de que la pincelada forma parte de un conjunto completo y perfecto, y de que todas recorren el lienzo igual que ahora tu sistema nervioso conmueve tu cuerpo bombeando vida y haciendo más intenso el sentimiento de estar vivo, y puedes buscar y es posible que encuentres un sentimiento agradable casi mudo y muy leve en alguna parte de ti mientras las observas en este momento. Pero, a medida que sigues con la vista estas pinceladas irreales, puedes muy despacio subir el volumen de ese sentimiento y poco a poco empezar a sentirlo al cien por cien, abrir los ojos de nuevo y recordar esta experiencia. Algo habremos cambiado.
Elise Morrison.
Licenciada en “Art and Business”
Leeds Metropolitan University
3 comentarios:
Interesantes trabajos. Me gustan sobre todo los autorretratos. Volveré a degustar más cositas...
Por cierto soy Alberto, el que está montando Locos de amor con Clarita y Javi. Un saludo!
Me encantan tus pinturas, Carpintero. Pero el texto es casi mejor. Felicidades a la autora.
Estoy impresionada con tus pinturas. Realmente son maravillosas. Soy de Madrid. ¿Expones en alguna galería por aquí?
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